Exposición Toro. Junio 2017
Toro, de Fran Herreros, puede contemplarse en la Sala de Exposiciones del Monasterio de San Juan, de Burgos, del 15 de junio al 2 de julio.
TORO
Por Fran Herreros
Permitidme contarles una historia.
Mírenlos, siéntanlos, escúchenlos,…pero sean prudentes.
Quizá es posible que estén vivos. Se les oye respirar.
Al menos ese fue su reto.
El pintor buscó los colores en todos sus movimientos y en esas miradas misteriosas a través de la emoción que él siente al pintar.
Cuando uno por uno fueron posando para él, su estudio se quedó pequeño.
El primero en llegar fue Bacon. Subió por las escaleras. No cabía en el ascensor.
Su porte, su bravura, su elegancia hizo que el pintor se sintiera pequeño.
Pero Bacon sonrió en azules y miró al pintor con cierta cara angelical de seguridad en sí mismo. Fueron un par de horas de amable conversación.
Se fué.
Klimt apareció agotado. 560 kilos de color.
Atravesó el pasillo de su estudio hasta llegar al lugar donde tenía que posar. Y se sentó.
-¿De qué color es un toro?- preguntó Klimt.
En ese momento sonó un móvil.
Era Monet queriendo saber cuándo tenía que posar Quedó en cinco semanas, cuando el mono desaparezca.
Klimt se despidió con mirada desafiante.
Al día siguiente quedó con Kooning.
-¡Joder que Cuernos!
Al entrar en su estudio le atravesó un cuadro de la serie “Colibrís robados”
Kooning le dijo: -El pintor eres tú, no lo olvides.
Con Kooning el pintor sintió paz rosa, pues era consciente que él sí le ayudo a seguir hacia adelante.
Y el Loco gracioso, irónico, divertido, genial.
-¿Cuál es tu nombre?- insistió el pintor.
-No importa, Solo decirte que todavía no he visto un gran cuadro sobre mí.
-¿Serás capaz pintor?. Atrapa el color, la luz, la bravura, el misterio de mi vida.
El pintor descansó y días después quedó con Goya.
Paso lento, quietud y mirada altiva.
Desafiante y seguro de su hermosura.
Y fue Goya quien le dijo que solo pintando el pintor es Pintor.
-Desaparece y trabaja- le dijo, – Estudia, lucha, da clases, acaba la tesis pero sobre todo no dejes de pintar.
Ese día la sesión acabó tarde.
El pintor invitó a cenar a Goya.
Durante varios días el pintor visitó a Van Gogh, Rubens, Tiziano, Durero,…
Uno por uno acudieron a su estudio.
Cuarenta y un sensaciones distintas.
Cuarenta y un historias.
Cuarenta y un sinfonías en rosa.
Y el pintor en soledad. ¿Cómo debe ser!
Ni cafés, ni paseos, ni conferencias, ni actos sociales, ni ¡leches!
Solo la necesidad de ser y estar, de pintar.
Quedó con Salinas. Ya tenía parte del proceso.
Entonces se decidió el título de la muestra: “TORO”.
Y el pintor aconsejado por el maestro cambió cuernos y patas, colores y formas. Gracias.
No le vale pintar un domingo por la tarde, no le vale escuchar chorradas de frustraciones, de hacerse llamar pintor.
El proceso es constante.
Cada paso, cada pincelada, cada declaración de amor requiere una dedicación y mucha emoción.
Cuarenta y un obras conforman esta colección, donde el pintor presenta “TORO” y entre las obras se esconde trabajo, dolores, alegrías, mucha paz, luchas, ansiedad, colores, honestidad y pintura, mucha pintura.
Arriésguense a ver arte allá donde vayan por que la cultura hace al hombre más libre.
Arriésguense a escuchar música, poesía, a ir a una obra de teatro.
El arte debe expresar, debe contener emociones.
Esta exposición está llena de ellas.
Montañas rosas sobre momentos vividos.
¡No debe gustar! No está hecha para eso.
El pintor disfrutó en su proceso y luego…¡Nada!
Pero no olviden que es posible que es el toro el pintor.
Arriésguense a ver, a sentir, a encontrar emociones.
¡Búsquenlas! Amigos.
Gracias.
TORO
Por MIGUEL ANGEL SALINAS
Vuelve San Pedro y con él las fiestas mayores de la ciudad y, por supuesto, los toros. Y la Peña Taurina, fiel a su compromiso con la cultura y las tradiciones burgalesas, promueve de la mano del IMC un año más, la muestra de pintura taurina que llena de color y bravura, las vetustas piedras del Monasterio de San Juan. Con una promesa lejana en el tiempo, este año Fran Hereros se ha ido al campo bravo y, sin complejos, ha creado una preciosa muestra monográfica sobre el toro.
Y a mí, me ha dado una vuelta por la dehesa sin verla, una vuelta maravillosa porque la he sentido viva, con la sombra del encinar que cobija a las reses. Y allí, entre multitud de verdes imaginados que deparan un gozo lujurioso a la retina, el bulto zaino o mulato, o cárdeno del toro. De un toro distinto, original, que unas veces ríe, otras es triste o que se encampana desafiante y suda ansioso viendo los quiebros que le hace la hembra.
Qué gozada y qué palpito del corazón. Porque los percibo auténticos correteando provocadores por el paisaje, o riendo orondos, que yo no había sentido nunca a un toro riendo. Hay que meterse muy dentro de ellos para poder ver y plasmar al mismo tiempo, lo que siente el animal en cada momento.
Este creo que es el mérito de Fran, que por primera vez se ve inmerso en una muestra monográfica y desafiante sobre el toro bravo. Ha sido muy valiente, como el torero, para mostrar los múltiples aspectos de su vivir cada día. Y vestido de verde esperanza y oro y con la paleta convertida en capote de seda, reflejar en los lienzos el puro vivir de su crianza.
Y estoy seguro que el medieval claustro de sombrías luces y ecos gregorianos, se va a convertir en una dehesa viva con reses que pastan a su antojo, con toros a los que Fran les ha sacado la bravura en la expresión, el trapío en el porte, la altivez en el gesto o la lascivia en su mirada.
Mírenles despacio, disfruten del entorno y sientan la belleza cautiva en los cuadros de uno de los animales más hermosos y fieros del mundo. Es el toro, por el toro y con el toro. Toro vivo, toro bravo. Toro, toro, toro.
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